Buenas noches

—Buenas noches —las palabras se deslizaron entre sus labios igual que el cuello de cristal de la pequeña botella de entre sus dedos, un trozo de papel bailaba en su interior al caer hasta los escasos centímetros de agua que eran poco más que suficientes como para que pudiese flotar.

Lentamente giró sobre si mismo y emprendió el camino de vuelta hacia la arena, pero antes de que sus pies saliesen del agua, ésta se arremolinó entre ellos casi como si los abrazase, él se sobresaltó cuando de entre aquel caos de espuma emergió una figura femenina.

—Por qué te asustas? —dijo con una voz tranquila que penetró por su piel antes que por sus oídos. —soy yo, después de tanto tiempo buscándome ahora no deberías asustarte.

Rápidamente sus ojos identificaron a esa figura perfecta y desconocida, sus oídos reconocieron a esa voz embriagadora que oía por primera vez, y su piel a esa paz que tanto anhelaba y por fin sentía.

—Pero no puedo creerlo —dijo con un hilo de voz casi temblorosa por la emoción y la impresión—, como es posible?, como tú, de entre todos los hombres sabios, todos los hombres buenos, todos los hombres valientes, has podido responderme precisamente a mí? —creyéndose el mas humilde de todos ellos.

Entonces ella con una leve sonrisa y una tierna mirada, lentamente agarró su mano. —Precisamente ha sido a ti a quien he respondido, porque has sido el único en gastar hasta la última de tus botellas y la última de tus hojas de papel en buscarme.

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